Recuerdo cuando Sex and the City fue un hit en la TV, y en nuestro país fragmentado y lleno de identidades adoptadas, los grupos de amigas que pululaban por las calles de nuestras extrañas ciudades con plaza de armas y alguna avenida Vicuña Mackenna se creían las cuatro neoyorkinas que hablaban de sexo como si fuera a acabarse el planeta.
Siempre me llamó la atención el cinismo de aquella identificación. Es como si tres amigos más y yo nos creyésemos los idiotas de Entourage. De todas las mujeres que conocí, que veían Sex and the City y se creían la narcicista Carrie Bradshaw o la ninfómana que se hacía depilaciones en forma de rayo (que es la misma ninfómana de Porky's), sólo hablaban del sexo en segundos términos, con dobles sentidos interminables, metáforas absurdas y fomes, y al final dejaban entrever que su incombustible actividad y deseo sexual se limitaba a una serie de limitaciones y traumas que se arrastraban desde la adolescencia.
Lo mismo pasaba, en cierto modo, con los hombres. Hablaban mucho de mujeres, y que era imperativo ir a la disco el viernes a "comerse minas". Yo vi a algunos gastar casi 80 mil pesos en alcohol para una mujer que después se fue con otro. A varios no los vi con una mujer durante meses. Sin embargo, insistían en esa actitud machista, de éxito asegurado.
Hoy, voy a beber una cerveza en horario estelar con un amigo a Bellavista, y lo primero que vemos, en medio de conversaciones sobre lo WTF que es Dark Knight 2 (el comic, no la película), es una chica masturbando a su pareja por debajo de la mesa. Y entonces dices, "esto es como el otro extremo de la cuerda". La mismísima Samantha se sentiría amenazada por semejante conducta liberal. No hay sutilezas, no hay sensualidad. Simplemente, es una chica masturbando a un chico.
Ha pasado mucho tiempo desde que éramos los niños que trataban mal a las compañeras de curso que nos gustaban. Pero en el fondo, seguimos siendo esos niños. No sabemos cómo reaccionar ante el deseo sexual, y lo confundimos frecuentemente con códigos de honor, amor y compromiso. Ser liberal implica mucho más de lo que se cree, y no puede ser fingido. Podemos funcionar en un ambiente libre de tabúes, pero siempre será incómodo a menos que lo vivas en tu vida.
Y es que el deseo sexual es algo incómodo de vivir en Chile. No es honesto, no es completo. Da lo mismo qué presidente tengamos, quién nos cobra la boleta del agua, o dónde estudiamos nuestra carrera universitaria; el pequeño fascista dentro de cada uno de nosotros corre en nuestras venas, indicándonos que para tolerar, hay que necesariamente ser uno de "ellos".
Mientras sigan existiendo las Sex and the City wannabe con sólo beber un Cosmopolitan, y los machos alfa incapaces de seducir a punta de crema de pisco y colonias importadas, nuestra sexualidad funciona tal como debe. Cualquier actitud fuera de ese parámetro, y sólo te queda el camino de la liberación. Y no todos quieren ser libres.
Mientras sigan existiendo las Sex and the City wannabe con sólo beber un Cosmopolitan, y los machos alfa incapaces de seducir a punta de crema de pisco y colonias importadas, nuestra sexualidad funciona tal como debe. Cualquier actitud fuera de ese parámetro, y sólo te queda el camino de la liberación. Y no todos quieren ser libres.
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1 Comment
la falta de sutilesa es la dominatriz hoy en día... todos desean ser "libres" pero creo que la neurona que rebota en sus cabezas no alcanza para hacerles entender que agarrarle el paquete a tu pololo frente a otras personas o sobajiarte con el primero que se te pasa para ser "la más deseada del carrete" no te hace ser más libre xD! solo te hace más bitch o en el caso masculino ... un animal más de la jungla de cemento.
Yo me declaro de la vieja escuela, sin sinismos ni negaciones de actos obvios... pero si algo reservada en ciertas areas, hay que mantener el misticismo aajajaj!
Viva el sexy time! el sexy time que cada uno quiere vivir ;)
PD: notable la primera fotografia xD!...siempre es un gusto leer tus notas :D
Posted on domingo, febrero 14, 2010
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