Para Claudia, Marcus era uno más de los cientos de desamparados que luchaban día a día por comer algo digno en medio de la creciente pobreza que azotaba nuestro barrio. Un chico que, además, frecuentemente veía cerca de los automóviles, reparando motores viejos o recargando los estanques de las camionetas.
Como es de suponer, ella no sabía su nombre. Dudo que algún detalle del aspecto de Marcus haya captado su atención alguna vez. "Hey, tú" fue el trato más deferente que la citadina tuvo hacia mi valiente amigo, en casi cuatro años.
Para Marcus, todo estaba bien. Cosas como el amor, según decía, "no podían evitarse ni debían ser controladas". Si él se había enamorado de esa chica, tal vez era un capricho del destino, un evento aleatorio en el gran entramado del Universo, o una pequeña historia detrás de la lucha por la libertad que ocupaba -y, según él, siempre debía ocupar- nuestros corazones.
Sin embargo, él sabía entender mi amor por los hombres. Era capaz de ponerse en mi lugar y comprender mi pasión por hacerlos sentir felices y en paz. En el fondo, creo que sentía lo mismo que yo, pero nunca se permitió vivirlo.
Por eso, cuando subió a ese avión y lo hizo explotar en medio del edificio de Comercio, supe que todo estaba al fin en armonía. Los viejos de las barracas también lo sabían. No todos los amores están destinados a corresponderse; algunos, los más fieles, sólo implican sacrificio hasta las últimas consecuencias.
Claudia, no obstante, ignora todo sobre Marcus. Si bien su acción suicida cambió para siempre el curso de esta rebelión, la muy tonta no se detiene a pensar en la razón detrás de tan incomprensible decisión. Quisiera que le dedicara al menos cinco minutos de su día a pensar en ello, a preguntarse quién era ese muchacho, investigara sobre él y, sin mucho esfuerzo, descubriera que ha sido su ángel guardián en más oportunidades de las que ella podría averiguar.
Marcus bien podría seguir vivo. Sin embargo, da lo mismo. Estaría en poder de ellos, y no existe forma alguna de que nuestros líderes consideren prudente ceder terreno con tal de recuperar a un soldado improvisado que de forma legítima forjó su camino en la historia de esta guerra.
Y es en este momento en que entiendo a qué se refería mi buen amigo, cuando nos vimos por última vez. Nunca necesitamos más familia que tenernos el uno al otro. Hermanos en pobreza, hambre y enfermedad, somos adultos que tomamos en nuestras manos los destinos que nos fueron impuestos, y los doblegamos a punta de sudor y sangre. Somos espíritus independientes y volátiles, que buscan incansablemente un hogar pacífico para todos los que lo merecen. Marcus, como siempre, vio un poco más allá que yo. Supo cómo cautivar las emociones de aquellos que debían involucrarse más en esta campaña, y pasar desapercibido ante quienes no deben desconcentrarse. Si el sacrificio lo hubiera hecho un rostro querido y popular de nuestra elusiva comunidad, el impacto seguramente remecería los cimientos de nuestra lucha. Él supo darle sentido a su sacrificio, y legarnos un nuevo horizonte hacia la libertad.
Podrán dejar pasar tu contingencia, gran amigo, pero yo no olvidaré. Te buscaré, y estés vivo o muerto, te daré un digno descanso entre nosotros, o te traeré de regreso para que puedas reclamar la paz de tu anonimato, de tus máquinas y el silencio cálido de tu taller. Quiero que me veas triunfar, porque sé lo mucho que has esperado verme cumplir mi sueño. Y la familia siempre debe permanecer unida, aunque la frialdad de una líder insensata te haya arrebatado de mi lado por un tiempo. Vas a volver, y juntos, vamos a mostrar a esos sucios aristócratas pervertidos que ya hemos tolerado demasiado.
Como es de suponer, ella no sabía su nombre. Dudo que algún detalle del aspecto de Marcus haya captado su atención alguna vez. "Hey, tú" fue el trato más deferente que la citadina tuvo hacia mi valiente amigo, en casi cuatro años.
Para Marcus, todo estaba bien. Cosas como el amor, según decía, "no podían evitarse ni debían ser controladas". Si él se había enamorado de esa chica, tal vez era un capricho del destino, un evento aleatorio en el gran entramado del Universo, o una pequeña historia detrás de la lucha por la libertad que ocupaba -y, según él, siempre debía ocupar- nuestros corazones.
Sin embargo, él sabía entender mi amor por los hombres. Era capaz de ponerse en mi lugar y comprender mi pasión por hacerlos sentir felices y en paz. En el fondo, creo que sentía lo mismo que yo, pero nunca se permitió vivirlo.
Por eso, cuando subió a ese avión y lo hizo explotar en medio del edificio de Comercio, supe que todo estaba al fin en armonía. Los viejos de las barracas también lo sabían. No todos los amores están destinados a corresponderse; algunos, los más fieles, sólo implican sacrificio hasta las últimas consecuencias.
Claudia, no obstante, ignora todo sobre Marcus. Si bien su acción suicida cambió para siempre el curso de esta rebelión, la muy tonta no se detiene a pensar en la razón detrás de tan incomprensible decisión. Quisiera que le dedicara al menos cinco minutos de su día a pensar en ello, a preguntarse quién era ese muchacho, investigara sobre él y, sin mucho esfuerzo, descubriera que ha sido su ángel guardián en más oportunidades de las que ella podría averiguar.
Marcus bien podría seguir vivo. Sin embargo, da lo mismo. Estaría en poder de ellos, y no existe forma alguna de que nuestros líderes consideren prudente ceder terreno con tal de recuperar a un soldado improvisado que de forma legítima forjó su camino en la historia de esta guerra.
Y es en este momento en que entiendo a qué se refería mi buen amigo, cuando nos vimos por última vez. Nunca necesitamos más familia que tenernos el uno al otro. Hermanos en pobreza, hambre y enfermedad, somos adultos que tomamos en nuestras manos los destinos que nos fueron impuestos, y los doblegamos a punta de sudor y sangre. Somos espíritus independientes y volátiles, que buscan incansablemente un hogar pacífico para todos los que lo merecen. Marcus, como siempre, vio un poco más allá que yo. Supo cómo cautivar las emociones de aquellos que debían involucrarse más en esta campaña, y pasar desapercibido ante quienes no deben desconcentrarse. Si el sacrificio lo hubiera hecho un rostro querido y popular de nuestra elusiva comunidad, el impacto seguramente remecería los cimientos de nuestra lucha. Él supo darle sentido a su sacrificio, y legarnos un nuevo horizonte hacia la libertad.
Podrán dejar pasar tu contingencia, gran amigo, pero yo no olvidaré. Te buscaré, y estés vivo o muerto, te daré un digno descanso entre nosotros, o te traeré de regreso para que puedas reclamar la paz de tu anonimato, de tus máquinas y el silencio cálido de tu taller. Quiero que me veas triunfar, porque sé lo mucho que has esperado verme cumplir mi sueño. Y la familia siempre debe permanecer unida, aunque la frialdad de una líder insensata te haya arrebatado de mi lado por un tiempo. Vas a volver, y juntos, vamos a mostrar a esos sucios aristócratas pervertidos que ya hemos tolerado demasiado.
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