Alguna vez estuve en un baño de mujeres. Fue en una discoteca; yo me había cortado la mano izquierda luego de una aventura algo difusa con una amiga a través de los recovecos del cúbico recinto, y que involucró jarabe de Coca-Cola en grandes cantidades, consumido en vasos de cuba libre luego de romper la bolsa del jarabe con el pasador de uno de los aros de ella. Pese a que poco recuerdo de esa euforia -en parte porque ocurrió en 2002-, sí me visualizo en un baño bastante sucio, donde una chica vomitaba en lo que parecía ser un basurero, y otras dos se maquillaban mientras mi amiga me ayudaba a lavarme la mano y nos reíamos a razón de nada.
Cada cierto tiempo, me acuerdo de aquello y trato de recordar a qué hora pasó. Tiene que haber sido entre las 2 de la madrugada y las 5, porque luego de salir del baño, tratamos de subir la escalera que llevaba a la cabina del DJ de la discoteca para pedirle canciones, nos echaron, mi amiga coqueteó con el guardia que nos impedía el paso y volvimos a subir, luego ella se metió por un entretecho de madera y, una vez que otro guardia la trajo de vuelta, nos echaron de la disco por una puerta lateral. En ese momento, llovía y ya eran las 5. Pero eso no tiene importancia ahora.
Me pregunto la hora, porque me ha llamado siempre la atención que esas mujeres estuvieran maquillándose tan tarde. No es un secreto que en las discotecas, con toda la gente bailando apretada y tan poca ventilación, el sudor se evapora y condensa en el techo, y se genera un efecto sauna, pero menos higiénico. A nadie le importa, porque todos están muy ocupados bailando, tratando de pasarlo bien, de ligar con algún chico o chica, en estado de ebriedad muy avanzado, o simplemente riéndose de otros (mi caso cuando voy, rara vez, a una disco). Si te cae una gota de sudor ajeno, más mugre del techo, y a eso suma trozos de telas de araña, algún ácaro o filtraciones de aislante, puede ser bastante asqueroso. Pero a nadie le interesa, y te miran feo si los miras mucho rato con cara de horror.
Además, están esos que pagan 80 mil pesos en cócteles raros para una tipa que no conocen, y que luego de todo ese alcohol, menos los toma en cuenta. Por eso no voy mucho a las discos, porque uno se aburre mucho y empieza a mirar lo que hace el resto, que no quiere que los vean, y se pone a buscar otra cosa que hacer (y se puede ir a meter a una parte clausurada y encontrar jarabe de Coca-Cola, e iniciar otra vez el horror).
Pero mi hermana sí va a las disco. Creo que baila, no sé en verdad. Lo concreto es que va. La noche del terremoto, ella estaba en una, en Los Ángeles. Según me dijo, estaba llenísima cuando empezó el sismo. Ella tiene, por suerte, un sentido de supervivencia bastante individualista que seguramente la llevaría a sobrevivir un holocausto nazi o una invasión de zombies, así que golpeó y empujó su camino de salida, tal como esa pareja en el primer concierto de Pearl Jam que vimos, en que la chica empezó con un ataque de angustia y el pololo tuvo que ofrecer puñetes a la gente para sacarla de allí. Salió entre las primeras, pese a estar casi al fondo de la disco; explicó que el resto no salía porque seguían bailando, se quedaron en shock o no sintieron el terremoto.
Si sumo eso a lo que vi en Concepción, durante los saqueos, los toques de queda, las reparticiones de agua, la venta de provisiones en osados negocios de barrio, puedo concluir -aunque con un considerable sesgo- que el instinto de supervivencia de los chilenos está dramáticamente alterado. Me acuerdo de esos concursos de Juan La Rivera después de Éxito, a comienzos de los años 90 en el Trece, en que tenían que echar todo lo que pudieran al carro de supermercado en 30 segundos. Sin embargo, acá era peor, porque tenían todo el tiempo del mundo, con los Carabineros rendidos e impotentes, y aún así apenas robaban cosas útiles para comer y mantenerse sanos.
O esa gente en la disco, que podría haber muerto aplastada en un tris si la cosa hubiera sido un poco más larga. Yo estaba en un pub, y sé de primera mano que los vasos y botellas reventados en el suelo eran suficiente ruido para alertar a cualquiera. Entonces, o realmente esa gente gusta de vivir al límite, o las metas personales -por frívolas que sean- pesan más que llegar vivo al día siguiente.
Es como si valiera la pena morir luego de haber besado a esa chica de vestido verde con aros de gato que estaba en la barra. Tal vez cuando lleguen al cielo, infierno, o lo que sea que tu religión vende, el responsable de todo lo inteligente le dirá "Oh, no te creas. Ella pololea con otro tipo, y estaba tomando los tragos más lento que tú, porque sabe que los hombres piden vasos de alcohol cada vez que se les acaba el propio y nunca esperan que la mujer termine -como en todo lo que hacen-, así que iba a beber todo lo que le compraras, porque de cualquier modo tú estarías, una hora después, demasiado ebrio para hacer cualquier cosa. Así que si pagaste 80 mil pesos, ese debe ser uno de los besos más caros que he visto".
Durante los días locos del terremoto, vimos un grupo de chicos, que no sobrepasaban los quince años, y uno de ellos vestía una gabardina de cuero negro, al estilo Blade, recién robada de una tienda del centro. Se los digo, las prioridades en esta larga y movediza faja de tierra están en Saturno.
Mi amigo Pato dice que todo chileno tiene un protofascista, que en situaciones límite sale a relucir con más gloria que majestad. Es el que te hace decir "ojalá mueran todos los flaites en una disco mientras dura el terremoto", o "si un flaite se acerca a mi casa lo mato sin preguntar primero a qué viene". Tal como predijo el inspector Finch en "V for Vendetta", de Alan Moore, "con tanto caos, alguien hará algo estúpido. Y cuando lo haga, las cosas se pondrán feas. Y entonces (inserte aquí nombre de dictador fascista) se verá forzado a hacer la única cosa que sabe hacer".
En Chile, hicimos más que algo estúpido. Nos entregamos al caos sin que un anarquista enmascarado guiara nuestra mano. Nos vendimos a la vanidad, a la lujuria, la gula y el arribismo. No supimos sobrevivir, y si la corporación Umbrella hubiera lanzado un virus mutagénico y ahora hasta nuestra abuela fuera zombie, estaríamos casi todos muertos. Por eso el cine de ciencia ficción en Chile aún está en pañales, porque no funcionamos siquiera con la lógica de Hollywood -la cual de por sí es bastante simple. Sí, tenemos recursos naturales suficientes para sobreponernos a la tragedia, espíritu de superación y solidaridad. Pero carecemos de lo único que importa en el mismo cataclismo: sentido común.
Mi amigo Pato dice que todo chileno tiene un protofascista, que en situaciones límite sale a relucir con más gloria que majestad. Es el que te hace decir "ojalá mueran todos los flaites en una disco mientras dura el terremoto", o "si un flaite se acerca a mi casa lo mato sin preguntar primero a qué viene". Tal como predijo el inspector Finch en "V for Vendetta", de Alan Moore, "con tanto caos, alguien hará algo estúpido. Y cuando lo haga, las cosas se pondrán feas. Y entonces (inserte aquí nombre de dictador fascista) se verá forzado a hacer la única cosa que sabe hacer".
En Chile, hicimos más que algo estúpido. Nos entregamos al caos sin que un anarquista enmascarado guiara nuestra mano. Nos vendimos a la vanidad, a la lujuria, la gula y el arribismo. No supimos sobrevivir, y si la corporación Umbrella hubiera lanzado un virus mutagénico y ahora hasta nuestra abuela fuera zombie, estaríamos casi todos muertos. Por eso el cine de ciencia ficción en Chile aún está en pañales, porque no funcionamos siquiera con la lógica de Hollywood -la cual de por sí es bastante simple. Sí, tenemos recursos naturales suficientes para sobreponernos a la tragedia, espíritu de superación y solidaridad. Pero carecemos de lo único que importa en el mismo cataclismo: sentido común.
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1 Comment
Que pésimo artículo, sin objetivo de llegar a algún punto en común, sin argumentos de ningún tipo, solo cuenta de historias y filosofismo, pero este mismo sin fuentes, y sin expresar correctamente cada frase insitadora malevola, de la religión o de la política.
La verdad, mente abierta o cerrada, no entiende el objetivo de esto más que una simple anécdota entrelazada en sentimientos propios que parecen extraños, y muy sufridos o simpáticos.
Pero el artículo merece un 1
Posted on domingo, mayo 08, 2011
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