Muy buenas tardes.
Me pronuncio a una semana de mi nota anterior, para hablar de un tema que me ha dado vueltas en la cabeza durante todos estos días: los triángulos amorosos.
Y es que han existido desde siempre, en la Biblia aceptada (Adán - Eva - serpiente), en la apócrifa (Adán - Eva - Lilith), en el cine (Woody Allen - Mia Farrow - Soon-Yi Previn), en la literatura (Jack Kerouac - Neal y Carolyn Cassady), en la música (Kurt Cobain - Courtney Love - muchos xD), en los videojuegos (Cloud - Aerith - Tifa), en el anime (Candy - Anthony - Terry) y en los cómics para qué decir (Logan - Jean Grey - Cyclops).
Otro caso emblemático es el de Kenshin, Kaoru y Tomoe, la malograda primera esposa del samurai errante. La animosa Kaoru batalla durante toda la extensa aventura y a través de décadas contra la figura de la difunta mujer que ocupa aún el corazón de Kenshin. La interacción, a pesar que no se da de forma física entre el trío, es percibida por las audiencias como un fenómeno atemporal que se vive con absoluta intensidad, mientras se reconstruye la trayectoria del legendario Destajador por medio de sus vivencias afectivas.
El género del shoujo manga (comic japonés orientado al público femenino) ha reinado con holgura al momento de plasmar los triángulos amorosos más complejos, inimaginables y tortuosos. Sin embargo, géneros típicamente masculinos como el de mechas (robots), luchadores y carreras de vehículos han crecido a costa de incorporar el recurso del triángulo en la más íntima esencia del argumento central de sus series emblemáticas. La identificación del público con los integrantes de estos trinomios que muchas veces salen de lo común traspasa las pantallas o el papel, y tiene un impacto generacional palpable a través de la expresión en la cultura popular y en la influencia que tienen en posteriores creaciones artístico-culturales.
Un autor de manga que ha sido reconocido por diversos artistas contemporáneos como referente directo en su tratamiento de los conflictos amorosos adolescentes, tan propensos a los triángulos amorosos, es Masakazu Katsura. Sus protagonistas masculinos, personajes con problemas de autoestima, bajo perfil y contextura física muy distante a los modelos publicitados incansablemente en el manga para mujeres y en la cultura occidental, no sólo descubren el amor de formas inusuales -como chicas que surgen de cintas de video o vienen del futuro a evitar que colapse Japón por la sobrepoblación-, sino que se sobreponen a traumas y conflictos familiares y personales para alzarse como héroes, y madurar rápidamente. Una lástima es que, casi todos ellos, acaben sus días solos como ratas y sin pan ni pedazo.
El amor, en definitiva, es esquivo para muchos, pero cuando llega, lo hace cargado de ofertas. Quienes nunca cierran los ojos y el corazón a las nuevas experiencias parecen, a todas luces, vivir más intensamente y volverse progresivamente más locos. Sin riesgo no hay diversión, reza la popular frase. ¿Será por eso que ahora no son binomios ni trinomios, sino polinomios enmarañados y amontonados, en que la orientación sexual es lo menos importante y tampoco lo son la afectividad e intimidad, las relaciones que tienen más chance de aparecer en nuestras urbes? No lo sé, creo que mi cerebro es demasiado monógamo para entenderlo.
Saludos desde mi cuchitril en Concepción.
Me pronuncio a una semana de mi nota anterior, para hablar de un tema que me ha dado vueltas en la cabeza durante todos estos días: los triángulos amorosos.
Y es que han existido desde siempre, en la Biblia aceptada (Adán - Eva - serpiente), en la apócrifa (Adán - Eva - Lilith), en el cine (Woody Allen - Mia Farrow - Soon-Yi Previn), en la literatura (Jack Kerouac - Neal y Carolyn Cassady), en la música (Kurt Cobain - Courtney Love - muchos xD), en los videojuegos (Cloud - Aerith - Tifa), en el anime (Candy - Anthony - Terry) y en los cómics para qué decir (Logan - Jean Grey - Cyclops).
No necesariamente un triángulo amoroso debe ocurrir de forma simultánea. Puede darse en un contexto temporal amplio, que un espectador puede sentir cercano porque ha seguido la historia de sus protagonistas, pero en el argumento ficcional, corresponde a años o décadas, en que viejos amores se han superado y es tiempo de reconstruir la vida y los afectos. Tal es el caso de Candy Candy, en que la muerte de Anthony, si bien es dolorosa, para los fans queda en segundo lugar ante la triste separación de la protagonista y Terry, su alma gemela y verdadero amor.
O, también, de la novela Neverwhere, de Neil Gaiman, donde Richard Mayhew, su novia Jessica (en el Londres "de arriba") y Puerta conforman un triángulo extraño en que Jessica y Puerta nunca se conocen, pero Richard es capaz de dejar a su novia del mundo gris luego de conocer a la jovial princesa de las alcantarillas.
O, también, de la novela Neverwhere, de Neil Gaiman, donde Richard Mayhew, su novia Jessica (en el Londres "de arriba") y Puerta conforman un triángulo extraño en que Jessica y Puerta nunca se conocen, pero Richard es capaz de dejar a su novia del mundo gris luego de conocer a la jovial princesa de las alcantarillas.
Ejemplos como aquellos hay muchos, pero iré al grano. Parece imposible construir una historia atractiva sin estas relaciones, tanto en el drama como en la ciencia ficción. Nada sería de las sagas Macross, que se enfocan primariamente en la estructura narrativa del "camino del héroe" (de la cual hablaré en otra oportunidad), sin la complejidad del triángulo amoroso que ya es una marca de la franquicia.
Otro caso emblemático es el de Kenshin, Kaoru y Tomoe, la malograda primera esposa del samurai errante. La animosa Kaoru batalla durante toda la extensa aventura y a través de décadas contra la figura de la difunta mujer que ocupa aún el corazón de Kenshin. La interacción, a pesar que no se da de forma física entre el trío, es percibida por las audiencias como un fenómeno atemporal que se vive con absoluta intensidad, mientras se reconstruye la trayectoria del legendario Destajador por medio de sus vivencias afectivas.
El género del shoujo manga (comic japonés orientado al público femenino) ha reinado con holgura al momento de plasmar los triángulos amorosos más complejos, inimaginables y tortuosos. Sin embargo, géneros típicamente masculinos como el de mechas (robots), luchadores y carreras de vehículos han crecido a costa de incorporar el recurso del triángulo en la más íntima esencia del argumento central de sus series emblemáticas. La identificación del público con los integrantes de estos trinomios que muchas veces salen de lo común traspasa las pantallas o el papel, y tiene un impacto generacional palpable a través de la expresión en la cultura popular y en la influencia que tienen en posteriores creaciones artístico-culturales.
Un autor de manga que ha sido reconocido por diversos artistas contemporáneos como referente directo en su tratamiento de los conflictos amorosos adolescentes, tan propensos a los triángulos amorosos, es Masakazu Katsura. Sus protagonistas masculinos, personajes con problemas de autoestima, bajo perfil y contextura física muy distante a los modelos publicitados incansablemente en el manga para mujeres y en la cultura occidental, no sólo descubren el amor de formas inusuales -como chicas que surgen de cintas de video o vienen del futuro a evitar que colapse Japón por la sobrepoblación-, sino que se sobreponen a traumas y conflictos familiares y personales para alzarse como héroes, y madurar rápidamente. Una lástima es que, casi todos ellos, acaben sus días solos como ratas y sin pan ni pedazo.
Describir la presencia de los tríos románticos en el mundo del entretenimiento -tanto dentro como fuera de la pantalla o el celuloide- es fútil y agotador. Nadie se salva de los cuernos, los romances furtivos o el flechazo del caprichoso Cupido, desde la hermosa Jennifer Aniston al aflautado Edmundo Varas. Dan sabor a la farándula, venden entradas extra en las boleterías, y dan puntos de rating valiosos a canales de tv en decadencia.
El amor, en definitiva, es esquivo para muchos, pero cuando llega, lo hace cargado de ofertas. Quienes nunca cierran los ojos y el corazón a las nuevas experiencias parecen, a todas luces, vivir más intensamente y volverse progresivamente más locos. Sin riesgo no hay diversión, reza la popular frase. ¿Será por eso que ahora no son binomios ni trinomios, sino polinomios enmarañados y amontonados, en que la orientación sexual es lo menos importante y tampoco lo son la afectividad e intimidad, las relaciones que tienen más chance de aparecer en nuestras urbes? No lo sé, creo que mi cerebro es demasiado monógamo para entenderlo.
Saludos desde mi cuchitril en Concepción.
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