Algunos, simplemente queremos vivir en paz, con quienes amamos, en medio de lo que más nos gusta. Sin pasar a llevar el espacio privado de nadie, ni vulnerar las libertades de otro. Pagamos el precio por mantener nuestros derechos, y cumplimos con ser buenos ciudadanos.
Para otros, sin embargo, la vida se traduce en mucho más que eso. Llamado divino, vocación de servicio público, aires paladinescos o simplemente un taldazo duradero, existe una clase de individuos que se sienten elegidos entre las masas para llevar un mensaje al resto de la sociedad. Se vinculan con otros que ostentan poder, crean redes de apoyo y se erigen como líderes representantes de una idea.
Y, como bien dijo V, no puedes matar una idea.
Hoy, participamos de un evento histórico. Fiel a mi pragmático carácter, dejaré que la historia brinde la oportunidad a nuestros hijos de decidir si fue un momento nefasto para el bienestar de nuestro país o si fue un cambio necesario, que provocó un despertar en personas que antes no se habrían alzado para participar de la política, y de generar nuevas corrientes de ideas.
"This isn't Metropolis, Ralph. It's not even Gotham. Tonight, you're in my city. Like what I've done with the place?" Oliver Queen, Green Arrow.
No me preocupan hoy el cumplimiento de las propuestas de campaña, el cuoteo político que en toda coalición existe, la falta de nombres confiables en la derecha o la escuálida capacidad de respuesta constructiva que tendrá la izquierda si no corta la maleza de raíz. Son otras cosas, tal vez más de fondo, que cautivan horrorosamente mi atención.
La presente década, cuyo final hemos comenzado a vivir hace poco más de una quincena, nos ha brindado la posibilidad de acortar las fronteras y de convivir a través de espacios cada vez más cercanos y comunes. Internet, la virtualidad, las redes sociales y otras plataformas que favorecen la comunicación interpersonal entre usuarios de todo el mundo, han marcado indudablemente la agenda política y cotidiana durante todos estos años. Pero, lamentablemente, no lo suficiente.
Hasta el niño más ingenuo sabe que para hablar de tecnología, es preciso poseer un conocimiento, al menos básico, sobre lo que se menciona. No es lo mismo la velocidad de subida que la de descarga, y la banda ancha es mucho más que una velocidad digna de navegación por Internet. Nuestra clase política, una y otra vez, ha mostrado no conocer esa diferencia.
Peor aún, su incapacidad para comprender el alcance y la complejidad de la sociedad informático-electrónica de hoy, y sus múltiples intentos por normar su crecimiento, variables y beneficios, lleva a la formulación de propuestas transversalmente marcadas por la ignorancia y la codicia. Pese a ello, proyectos de ley como el de la propiedad intelectual y la búsqueda de la Sociedad Chilena de Derecho de Autor de un rol inquisitivo en la defensa de los derechos de los artistas (con o sin el consentimiento de ellos, o sin que reciban beneficio alguno) prosperan ante la falta de voces, con el debido poder e información, que se opongan en las instancias diseñadas para ello.
Esto, claramente, considerando que nuestras instituciones funcionan. Dejo este juicio de valor al lector.
La búsqueda de censura al contenido de Internet, la limitación para acceder a su totalidad, o incluso la modificación del mismo ha sido una propuesta constante entre diputados y senadores de la corriente más conservadora de Chile, misma que esta noche ha alcanzado el añorado sillón presidencial. No digo con esto que la política de izquierda no haya sido particularmente permisiva frente a la limitación de las libertades civiles en Internet durante esta década, pero sí establezco que ha ocurrido, y con los argumentos más inverosímiles, como se puede ver en la foto contigua.
Dudo, realmente, que los señores que hoy adquieren (simbólicamente) el mando de este gobierno sepan más que los que preparan las maletas sobre el entramado de la sociedad de la información y de cómo las nuevas tecnologías sirven a estrechar lazos y vincular ideas. No hablo desde la ignorancia aquí; hemos visto los esfuerzos de la Concertación por ofrecer lecciones académicas sobre el fenómeno a través de catedráticos y fallidas instituciones, y el escaso aporte de la fundación País Digital, originada en la derecha y con aportes superficiales del mundo "progresista" de izquierda al real debate sobre ello. Ellos no pusieron estos temas ni terminología en el tapete; nosotros, los usuarios, lo hicimos hace mucho tiempo. Se agradecen las buenas intenciones, pero falta muchísimo por recorrer, entender y ejecutar.
Y seremos los usuarios, vigilantes, quienes no perdonaremos que nuestras libertades sean vulneradas. Sabemos más que ellos, y es nuestro hogar. Hemos vivido en la Red por muchos más años, y sabemos bien qué recovecos hurgar cuando las cosas se ponen grises. Tal vez, un gobierno de derecha hará que algunos que no tenían la convicción de luchar por lo que creen, salgan a las calles a reclamar por lo que les parece correcto.
Al menos, sé que en este nuevo orden nacional, que hoy da inicio, yo sí lo haré.
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