El problema de usar el cerebro es hurgar demasiado profundo. Todos tenemos puertas que quisiéramos mantener cerradas por siempre, pero la utilización excesiva de las neuronas, si bien no admite abruptas apariciones de nuestros más grandes temores, sin duda alguna aterrarán tus sueños más extensos y horrendos.
Recordar es un fenómeno que no debe ser tomado a la ligera. Muchos lo relacionan con un sentido inocuo de nostalgia, pero estoy segura que más de alguna memoria oscura y dolorosa asomará, si le dedicamos suficiente tiempo a revolotear entre los rincones que la almacenan -y con justa razón. Han pasado varios años desde que empezamos este camino frenético hacia la libertad, abriéndonos paso a punta de pistola y sangre. Sin embargo, cada vez que cerramos los ojos, tenemos alguna nueva razón para buscar olvido o redención.
Los armarios están tan llenos de esqueletos que resulta difícil contenerlos en un solo mueble. Tenemos que pedir ayuda a otro incauto, para que guarde algunos por nosotros. Y así, nos conectamos en el horror, nos vinculamos de formas enfermizas y detestables. No podemos mirarnos a los ojos si no creemos firmemente en un cinismo más necesario que justo. En los sueños, no obstante, estamos frecuentemente solos, expuestos a nuestras más abominables decisiones y abandonos.
Tengo una gran cuota de errores y decisiones moralmente cuestionables a mi haber. Sé que soy la líder de este movimiento porque mi condición hace que me mantenga incapaz de estar en armonía con la humanidad de cada persona que me rodea, y puedo decidir la vida o la muerte de alguien como parte de una estrategia infalible, absoluta e irrefutable. Mis manos están bañadas en sangre inocente, y aunque mi mente es capaz de comprenderlo, la asociación con cualquier emocionalidad implicada en el aborrecible acto del asesinato o la tortura está fuera de mi alcance.
Pero sueño, como todos, cuando el cansancio me toma por sorpresa. En esa realidad llena de colores con formas que constituyen geometrías imposibles y olores que activan cada porción de mi cerebro, las limitaciones que arrastro en lo cotidiano se esfuman, y soy responsable de mis actos, y de los que todos han cargado en mi enferma conciencia.
Y mi maldición es recordar. Cada individuo sacrificado por la libertad, cada masacre justificada por la supervivencia, los nombres de todos los aristócratas y sus peones que han caído a fuego de una de nuestras armas. También recuerdo los lugares que hemos devastado en nuestra huída constante, y las poblaciones que hemos cambiado para siempre con nuestras ideas libertarias que jamás nos hemos molestado en explicar en detalle. Dejamos que los pueblos oprimidos busquen sus propias interpretaciones, y no nos hacemos responsables por las aberraciones morales que luego cometen en nuestro nombre, o el de la libertad. Esa es mi carga, y sólo yo puedo asumirla sin caer en la más lamentable y horrenda locura.
Sé que ahora, cuando ellos dicen que hemos forjado nuestro nuevo orden, un mundo sin opresiones económicas atadas a la política durante generaciones, o familias con control total sobre lo que vemos, leemos o comemos, muchos se retirarán a parajes más verdes, o buscarán redención. Acudirán a iglesias de distintas creencias, buscarán sentido a las ideas que circulan en sus cabezas y querrán ser olvidados y olvidar.
Hemos llegado hasta aquí, pero alguien debe hacerse cargo del mundo en caos que hemos liberado de sus cadenas. Confiar en el sentido común de una población tan diversa y numerosa sería un error imperdonable. No existe tal cosa como la irresponsable libertad, y debemos sentar las bases de un gobierno justo y democrático. Acudo a ti, conciente de nuestras profundas diferencias, porque pese a todo lo que nos ha enfrentado durante estos años, sé que sabes la importancia de asumir responsabilidad por nuestros actos. Tú no serás de las que huirán de su pasado, y te ruego que juntas ayudemos a darle forma a esta libertad. Hemos trabajado duro, y cargaremos con los fantasmas de nuestros compañeros que merecen su honorable retiro y descanso.
Espero impaciente tu respuesta. Amelia, no puedo marcar suficiente énfasis en lo vital que es para mí que seas mi brazo derecho en este nuevo camino. Tu respuesta no cambiará la admiración y respeto que tengo por ti y tu familia, y tampoco el juramento que te hice de no volver a buscar la ayuda de Marcus para los proyectos que vendrán.
Tu compañera por siempre
Claudia.
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