Y es que el horror tiene muchas formas. Desde el chico que amamos en secreto, hasta el punto de deconstruirnos mentalmente y asumir una que otra manía en pos de conectarnos con lo más oscuro -y creativo- de nuestro ser para llamar su atención, hasta los segundos interminables que podría una pasar encerrada en una casa prefabricada, rodeada por la policía y sin las metralletas de Al Pacino en Cara Cortada.
El horror sin duda alguna puede privarnos de la voluntad de ejecutar proyectos y soñar con un futuro mejor. Vivimos siempre con algo de miedo a fracasar, porque nuestros estándares de calidad son muy altos; pero aquello implica que no avancemos, y que lo poco que hacemos y que no nos motiva, lo hagamos de forma mediocre, sin cumplir en absoluto con las exigencias que nos hemos impuesto. Una paradoja estúpida que sólo puede darse en un entorno de inseguridad en su estado más crudo.
Nunca dije que soy valiente. Tampoco, que tengo seguridad en mi actuar, o que no es mi costumbre autoconvencerme de paradigmas que funcionan para el estilo de vida que me agrada llevar. Según como lo veo, la incapacidad de controlar a un nivel basal el cómo transcurren nuestros días puede llevar a mucho horror y locura. Y la locura no es una amiga que quisiera tener.
Por eso, trabajo para alguien con determinación, y a su lado, olvido mis miedos y soy quien debo ser. Otros, no traen tanta fortuna a mi vida. Y es que necesitamos a nuestro lado gente que complemente nuestros defectos y potencie nuestras virtudes, porque no podemos hacer todo el trabajo solos. La independencia es una mentira del tamaño del Everest. Somos seres sociales, necesitamos del reconocimiento colectivo, de la celebración de nuestros logros. No sólo de los que otros esperan para uno, sino de los que realmente nos hacen felices.
Tal vez es aquello por lo que tantos aún sienten horror. Cada amigo o pariente que tienen espera cosas de ellos, que probablemente no quieren o no saben cómo satisfacer. Ante tal indefensión, y soledad, el miedo es el único que no se irá, y te acompañará cuando no puedas cerrar los ojos cada noche. Y las manías estarán allí, llevándote de la mano a la euforia/disforia de la incertidumbre del rito de cortejo.
¿Qué ocurre cuando tus metas a corto plazo no significan nada para ti? ¿Y eres incapaz de ver el futuro como algo deseable? Sumirse en los sueños y anhelos del resto es nauseabundo y caótico, y el aislamiento es el mejor discurso que se puede esgrimir. Otros, menos prolijos, tomarán en sus manos el curso de los acontecimientos, y forjarán un futuro deseable por la gran mayoría que parece tener más seguridad y autoestima, y un grupo menor de radicales buscaremos acelerar el curso del tiempo hacia la catástrofe que reiniciará todo.
No todos estamos llamados a ser héroes. Algunos, toman en sus hombros el peso de la culpa, la responsabilidad y el destino de la humanidad -al menos de un grupo importante de la sociedad-, mientras que otros sólo somos los pusilánimes cerebros que ofrecemos nuestra inteligencia y conocimiento al mejor postor o al servicio de la pasión y la visión de magnéticas personalidades y convincentes rostros. Una coexistencia e interdependencia indeseable y, por suerte para mí, imposible de evitar.
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