Antes de mediados de los '80s, las historias y el universo -o más bien, los universos- que daban vida y forma a los argumentos y protagonistas de la editorial norteamericana de comics DC siguieron las pautas culturales y alimentaban el entretenimiento colectivo siempre al servicio de la comunidad. Fue así como el auge de los superhéroes (Edad de Oro, de 1930 a 1949, y Edad de Plata, de 1950 a 1965) corresponde al período desde la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de la guerra de Vietnam y durante la Guerra Fría, y los enfoques de estos metahumanos correspondían a los valores que promovía el modo americano de vivir, además de no involucrarse con temáticas de terror y de misterio.Sin embargo, la nueva sociedad que surgió entre guerras tenía otras ideas en mente. Y también un sentido diferente de creatividad y de entretención. El comic ya no podía verse con el mismo cristal, y las vastas influencias sociales y culturales de los períodos entre guerras daban como resultado jóvenes con un espíritu más crítico y fragmentado. Por ende, las historietas también debían reformarse y, en muchos aspectos los lectores buscaban algo que nadie en DC y en general en el comic americano sabía muy bien cómo entregar.
En medio de esta intensa reformulación del panorama DC, los jóvenes talentos editoriales que dieron nueva vida a los héroes clásicos permitiron que se abrieran nuevos campos en que podían desarrollarse las historias en viñetas en USA. Así, las nuevas estructuras narrativas y los particulares enfoques oscuros y más complejos que presentaron guionistas como Frank Miller (quien rediseñó a Batman en la mítica sagaBatman: The Dark Knight Returns y en la aplaudida y a la vez cuestionada Batman: Año Uno) y el británico Alan Moore (con su revitalización de La Cosa del Pantano y su peculiar visión del dilema moral del superhombre en un trasfondo políticamente convulsionado abordada brillantemente en Watchmen), permitieron que un nuevo público llegase a leer las historietas de DC y, junto con ello, favorecieron la llegada al mercado gringo de un terror más sofisticado y temáticas adultas que vino en la forma de privilegiados escritores y dibujantes británicos que durante inicios de los '80s hicieron carrera en míticas publicaciones del Reino Unido y aportaron al comic de USA algunos de sus momentos más iluminados. El éxito de estas nuevas historias, caracterizadas en lo que se denomina el "espítitu del '86", encumbró nuevamente a DC Comics e hizo peligrar la superioridad que ostentaba por esos años su editorial rival, Marvel Comics. El resultado de esta progresiva inmigración de ideas y nuevos aires dieron como fruto el establecimiento de la línea Vertigo, que recopiló aquellas nuevas miniseries y maxiseries con contenido adulto y estilo narrativo muy cercano a la literatura, o diferente a los lineamientos tradicionales de la editorial.
Estos nuevos y creativos guionistas cambiaron para siempre el rumbo del comic americano, especializando el mercado de los lectores de historietas, ofreciendo alternativas autoconclusivas a las series regulares de larga numeración así como novedosas y artísticas estructuras narrativas -miniseries, one-shots y novelas gráficas-, fomentando una forma de pensar mucho más integral según la cual las editoriales debían ver al público y elevando considerablemente la calidad ofrecida por los comics convencionales. En resumen, son los directos responsables de que el comic sea considerado el Noveno Arte. A través de tres entregas, revisaré a algunos de los artistas más influyentes de este período, sus influencias, sus obras esenciales y su legado a la cultura occidental y al comic americano.
En la próxima entrega, el legendario Frank Miller.
En la próxima entrega, el legendario Frank Miller.
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